Un siglo de sabor

En 1913 Carmelita Palacio y sus tres hijas montaron la panadería Las Palacio a donde hoy, después de cuatro generaciones, muchos habitantes de Medellín acuden por el olor y el sabor de la ‘parva’ de antaño. El negocio comenzó en Santa Rosa de Osos

Allí, las cuatro mujeres aprendieron junto a un monje español a preparar mojicones, marranitos, bizcochos de yema, pan de yuca blando, rosquitas de anís y otras recetas que las hicieron ganar fama entre su clientela. El éxito las llevó a probar suerte en la capital del departamento, donde montaron el local en la legendaria plaza de Rojas Pinilla, en pleno centro.

Luego consiguieron una casa en Carabobo con La Paz, donde hasta hoy preparan las recetas a mano, con el mismo empeño e igual calidad. En Medellín se consagraron a pesar de que doña Carmelita añoraba volver a su tierra y, en su deseo, empacaba sus cosas con desesperos en los bultos en los que venía la harina.

María Ester, quien heredó la tradición al casarse con uno de los bisnietos de Carmelita, se ha encargado desde 1992 de mantener vivo el legado con su esposo, quien ‘moja’ o interpreta la fórmula para formar la masa. Ella explica que los ingredientes han variado, pues antes no había subproductos de la leche y esta no se descremaba, los huevos eran del campo, la mantequilla era de hoja y las harinas no tenían conservantes.

Pero añade que quienes tienen en la memoria el sabor de Las Palacio reconocen que los productos los regresan en el tiempo. Por años la gente creyó que la panadería había cerrado, pero la tradición sigue viva en la misma casona y sin más publicidad que el voz a voz de los paladares cautivados desde hace un siglo.

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